Este 8 de mayo se cumplen 33 años de la primera
aparición de la Virgen María a Bernardo Martínez en Cuapa, Chontales. En
1981 tuve la dicha de viajar a ese hermoso pueblo de Chontales y
conocer personalmente a Bernardo y su testimonio. Confieso que me
impresionó mucho el mensaje de la Virgen en Cuapa, como la calidad y
excelencia de la persona que lo transmitía.
Durante los siguientes veinte años entablé con Bernardo una sincera e interesante amistad, y, con el tiempo, llegó hasta a convertirse en mi padrino de confirmación.
El mensaje que la Virgen María le dio a Bernardo en Cuapa ha sido siempre para mí como una guía personal en mi camino espiritual en este atribulado país. Recuerdo que al final de la primera entrevista que le hice en el 81, Bernardo nos decía que después de aquellos terribles tiempos de las dos guerras civiles (1981-1990), a Nicaragua le vendría una gran bonanza. Este bello futuro todavía lo espero con ansias y no espero irme de este mundo hasta verlo con mis propios ojos.
Este encuentro también me ayudó a recuperar una experiencia del Santo Rosario que tuve a los diez años de su rezo y que desde entonces la sostengo hasta el día de hoy.
Son millares las personas que han tenido la hermosa experiencia de estos encuentros en Cuapa. Muchas de ellas han sido verdaderas conversiones de encuentro personal con el Señor a través de su madre o simplemente han sido testigos de fenómenos supra naturales del astro solar, y de esto precisamente es de lo que quiero escribir.
He ido a Cuapa muchísimas veces después de 1981 y jamás vi esos famosos fenómenos del sol que muchos fieles atestiguan haber contemplado. Mis experiencias han sido más que todo personales y de índole espiritual, además de la amistad que logré cultivar con Bernardo, tanto a nivel personal como desde mi cátedra, ya que él fue alumno mío en el Seminario Interdiocesano de Fátima, allá por los años 90.
Ahora bien, lo que a continuación voy a relatar es lo que vieron mis propios ojos el pasado sábado 20 de abril del presente año:
Salimos de la Universidad Ave Maria aproximadamente 70 personas, entre estudiantes, profesores y personas afines a la institución. En esta ocasión me acompañó mi hija Nassiris de 15 años. Entrando en Cuapa y después de la misa y del rezo del Santo Rosario, a eso de las 4:00 p.m. algunos estudiantes se pusieron a ver el sol “cara a cara”. Inmediatamente procedí a llamarles la atención por esta gran imprudencia, pero, tan pronto como yo también comencé a ver, observé lo siguiente:
“El sol aparecía sin su habitual esplendor como una luna llena. El día estaba bastante claro y despejado, con una u otra nube por los alrededores. De pronto unas nubes muy tenues ocultaron el sol pero no lo hacían desaparecer, al contrario, se miraba a través de ella. Tan pronto como estas nubes dejaron al descubierto el disco solar, este empezó a temblar sobre sí mismo y a brillar de una forma extraña. Algo así como una “candela romana” pero menos brillante. Posteriormente el lugar de las apariciones fue rodeado con una intensa luz amarilla que hacía aparecer todas las cosas blancas de este mismo color. Me acuerdo que una de esas tonalidades me hizo contemplar el color del rostro de una persona de tono violeta o morado”.
Después de esta manifestación, todos los jóvenes no salían de su asombro. Habían recibido un regalo que los dejaría marcados para siempre, a como lo hizo conmigo hace 33 años.
* Ph.D. Catedrático de Filosofía de la Ave Maria University.
Durante los siguientes veinte años entablé con Bernardo una sincera e interesante amistad, y, con el tiempo, llegó hasta a convertirse en mi padrino de confirmación.
El mensaje que la Virgen María le dio a Bernardo en Cuapa ha sido siempre para mí como una guía personal en mi camino espiritual en este atribulado país. Recuerdo que al final de la primera entrevista que le hice en el 81, Bernardo nos decía que después de aquellos terribles tiempos de las dos guerras civiles (1981-1990), a Nicaragua le vendría una gran bonanza. Este bello futuro todavía lo espero con ansias y no espero irme de este mundo hasta verlo con mis propios ojos.
Este encuentro también me ayudó a recuperar una experiencia del Santo Rosario que tuve a los diez años de su rezo y que desde entonces la sostengo hasta el día de hoy.
Son millares las personas que han tenido la hermosa experiencia de estos encuentros en Cuapa. Muchas de ellas han sido verdaderas conversiones de encuentro personal con el Señor a través de su madre o simplemente han sido testigos de fenómenos supra naturales del astro solar, y de esto precisamente es de lo que quiero escribir.
He ido a Cuapa muchísimas veces después de 1981 y jamás vi esos famosos fenómenos del sol que muchos fieles atestiguan haber contemplado. Mis experiencias han sido más que todo personales y de índole espiritual, además de la amistad que logré cultivar con Bernardo, tanto a nivel personal como desde mi cátedra, ya que él fue alumno mío en el Seminario Interdiocesano de Fátima, allá por los años 90.
Ahora bien, lo que a continuación voy a relatar es lo que vieron mis propios ojos el pasado sábado 20 de abril del presente año:
Salimos de la Universidad Ave Maria aproximadamente 70 personas, entre estudiantes, profesores y personas afines a la institución. En esta ocasión me acompañó mi hija Nassiris de 15 años. Entrando en Cuapa y después de la misa y del rezo del Santo Rosario, a eso de las 4:00 p.m. algunos estudiantes se pusieron a ver el sol “cara a cara”. Inmediatamente procedí a llamarles la atención por esta gran imprudencia, pero, tan pronto como yo también comencé a ver, observé lo siguiente:
“El sol aparecía sin su habitual esplendor como una luna llena. El día estaba bastante claro y despejado, con una u otra nube por los alrededores. De pronto unas nubes muy tenues ocultaron el sol pero no lo hacían desaparecer, al contrario, se miraba a través de ella. Tan pronto como estas nubes dejaron al descubierto el disco solar, este empezó a temblar sobre sí mismo y a brillar de una forma extraña. Algo así como una “candela romana” pero menos brillante. Posteriormente el lugar de las apariciones fue rodeado con una intensa luz amarilla que hacía aparecer todas las cosas blancas de este mismo color. Me acuerdo que una de esas tonalidades me hizo contemplar el color del rostro de una persona de tono violeta o morado”.
Después de esta manifestación, todos los jóvenes no salían de su asombro. Habían recibido un regalo que los dejaría marcados para siempre, a como lo hizo conmigo hace 33 años.
* Ph.D. Catedrático de Filosofía de la Ave Maria University.
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